LA ROCA EN EL CAMINO

Una historia de
Bruno Caballero

Había una vez una enorme roca al lado de un camino.
Había estado ahí desde siempre; toda la gente pasaba al lado y nadie le tomaba importancia, pues era solamente una roca. Como todas las rocas no se podía mover de su lugar, tenía una forma determinada, si llovía, nevaba, hacía frío o calor, de día o de noche seguía siendo la misma roca.
Inamovible, estática, grande, pesada y con una forma burda, no hacía nada, era sólo una gran roca.
Un buen día, una escultora pasaba por ahí y llamó su atención.
La observó detenidamente y tuvo un momento de inspiración; entonces sacó un lápiz y papel y empezó a bocetar; hizo varios dibujos hasta que finalmente quedó satisfecha; inmediatamente sacó de su mochila cincel y martillo y en seguida se puso a golpear.
Cada día regresaba a trabajar un par de horas en su obra, así lo hizo por muchos meses, hasta que finalmente quedó terminada la escultura.
Y así la roca dejó de ser solamente una piedra embelleciendo el camino para siempre y la escultora dejó plasmada su obra para que todos supieran la belleza que ella era capaz de crear con una enorme y pesada roca.

Por cierto; el nombre de la roca antes de ser escultura era Ego.

Y el nombre de la escultora era
Conciencia.

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